Esa nublada mañana no transcurrió demasiado tiempo entre levantarnos, tomar el obligado y tempranero café, y liberar tortugas marinas del tipo Golfina (Lepidochelys olivácea).
La experiencia fue algo que nos asombró a todos (a mis pequeñas hijas y sobrinos en particular), y nos hizo tener contacto con especies amenazadas de extinción, que retan a la depredación humana, la contaminación y el tiempo. Un milagro de la naturaleza que sucede desde hace unos 12 millones de años.
A El Salvador puedes atravesarlo completamente en su extensión más larga en tan solo 6 horas. Del este (frontera El Amatillo, delimitado con Honduras por el río Goascorán) al oeste (frontera Las Chinamas delimitado con Guatemala por el río Paz) habrán aproximadamente 320 km (depende la ruta que tomes).
Desde la capital puedes acceder al punto más alto en las montañas en 2 horas (cerro El Pital, 2730 msnm, Chalatenango, hacia el norte) o a la playa, en tan solo 35 minutos (Puerto de La Libertad, 925 msnm, en el Pacífico, hacia el sur). El tip geográfico es para poner en perspectiva que experimentar este tipo de cosas depende de buscarlas, decidir y realizarlas. En consecuencia te das cuenta –con gratitud- de que puedes escapar de la convulsionada capital, o de una sedentaria sesión televisiva en muy poco tiempo. Si te organizas bien, tampoco tienes que gastar tanto dinero, el costo es mínimo en comparación de otros que se pueden realizar en otras actividades menos provechosas, por mucho margen.
Estuvimos frente a ese rito natural, donde la pequeña tortuga va de sus nidos inequívocamente, hacia el mar, sorteando depredadores (cangrejos, peces grandes, gaviotas, entre otros). Si son afortunadas, un 10% de las que han nacido llegarán a adultas, y en 20 años, volverán a la misma playa que las vio nacer.
Un equipo de personas capacitadas brindan una charla informativa y de sensibilización. El fin es crear conciencia y buscar apoyo para el esfuerzo que están haciendo. |
Me informé de que en la playa San Blas, en el departamento de La Libertad, a unos 36 km de San Salvador, un grupo de lugareños se han organizado para proteger a las tortugas marinas. Luego de un cambio de conducta generado por la conciencia creada por expertos, instituciones ambientalistas y programas gubernamentales, pasaron de ser consumidores de huevos de tortuga (vendedores) a ser protectores. Nos recibieron para darnos primero una charla sobre las tortugas marinas, sus variedades, su biología y su conservación como todos unos expertos.
Don Carlos nos compartió su testimonio de cómo él y su hermano y demás compañeros fueron entendiendo que estas especies estaban amenazadas por el consumo humano y que al acabar con ellas, el daño sería también para ellos y sus generaciones por venir. De tal modo que ahora las protegen.
El corral, ubicado en un callejó que conecta la vía de acceso con la playa. |
A unos metros de la casa en que nos recibieron frente al mar están los nidos. Un área sobre la arena de unos 6 por 3 metros, cercado con malla ciclón y organizado como una matriz, una cuadrícula en la arena donde alternadamente hay un nido de los huevos que han tomado de las tortugas que los depositan en la playa. Ahí los vuelven a enterrar luego de tomarlos cuando la tortuga desova en la playa y los cuidan hasta su nacimiento unos 45 días después aproximadamente.
Como si fueran los responsables de una nursería, vigilan su seguridad ante los depredadores (incluyendo humanos), controlan la temperatura (manipulando la entrada de sol directo sobre los nidos, quitando y poniendo palmas de coco) pues debe estar entre los 28º y 30º para que haya nacimientos tanto de machos como hembras. (Según algunos especialistas, las tortugas golfina nacen solo hembras si la temperatura del nido está entre 31,2º o más.). Si es menor es casi seguro que serán macho.
En un recipiente había 30 tortugas golfina, esperando ser liberadas. Habían nacido hacía unas horas. |
Emoción. La charla y el recorrido por el corral concluyeron. Ahora don Carlos se dirige a sacar 30 tortuguitas que retuvieron para que pudiésemos liberarlas y observar su instintivo recorrido hacia el mar. Con un gracioso aleteo en plena arena húmeda, se dirigen para adentrarse al océano. Son segundos de emoción, de enternecimiento al ver algo tan pequeño que se enfrenta al océano. Si todo les es favorable, dentro de 15 a 20 años, habrán madurado como para reproducirse y volver a esta misma playa a poner por primera vez sus huevos. Lo harán unas 3 veces al año. Gracias por esta experiencia, amigos de San Blas!!!
CÓMO LLEGAR: De San Salvador se toma la carretera al Puerto de La Libertad. Estando ahi, viras hacia la derecha y atraviesas la ciudad para seguir la carretera El Litoral (hacia el poniente). Luego de unos 3 km. se encuentra el desvío a Playa San Blas, a tu mano izquierda. Es una calle asfaltada de unos 300m. y llegas a un tope. Vuelves a virar a la derecha y sigues por unos 300 m más hasta el hotel Sol Bohemio. Ahi hay un pequeño callejón que lleva al mar, ahi mismo está el corral de nidos frente al mar. Cualquier lugareño puede ubicarte con quién entenderte, en este caso fue Don Carlos.
De color oscuro y blandas y frágiles. Deben tomarse con mucho cuidado para no lastimarlas y luego ponerlas sobre la arena. |
Don Carlos explica cómo liberarlas, una vez puestas sobre la arena, no deben tocarse más y dejarlas ir. |
Si una niña no pierde su capacidad de admiración por la naturaleza, siempre será sensible y humana. |
Segundos antes de ser bañada por una ola y perderse de vista aún deberá superar más pruebas para sobrevivir. |
Su caparazón (parte superior) y su plastrón (parte inferior, ventral) son aún blandos, pero mueven sus aletas con mucho vigor. Listas para nadar. |
Dejan su pequeño rastro. Al entrar por primera vez al agua, sabrán por instinto qué hacer y cómo luchar por sobrevivir. |
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